San Francisco, el santo (no) vegano

No identifiquemos cuaresma con filosofía vegana

Últimamente, se está haciendo muy frecuente poner a San Francisco de Paula en relación con el veganismo, tanto es así, que es posible encontrar artículos en periódicos locales, y nacionales, que hablan de este vínculo (que no existe) y tratan de dar explicaciones fundamentales (que no se tienen en pie). Incluso algunos reportajes televisivos dedicados al santo de Paula se han centrado en el aspecto del régimen cuaresmal comparándolo con la dieta vegana. Como Mínimas, hijas de san Francisco de Paula, sentimos la obligación de aclarar la cuestión, ofreciendo a nuestros lectores las verdaderas razones por las que tal comparación es insostenible y que, entre otras cosas, disminuye e incluso elimina, el valor espiritual de la opción de San Francisco que quiso establecer de una cierta manera el régimen alimenticio de su familia religiosa.

Dejemos bien claro que en nuestro deseo de precisar la distancia que hay entre nuestra espiritualidad y la filosofía vegana no pretendemos tomar una actitud crítica; es, simplemente, parafraseando las palabras de Jesús, querer “dar a los veganos lo que es de los veganos y a San Francisco lo que es de San Francisco”. Precisamente por esto, reconocemos la gran sensibilidad de las “personas veganas” que se preocupan por “nuestra Casa Común”, como le gusta decir al Papa Francisco, es decir, nuestra Tierra, y se comprometen en protegerla y en cuidarla. Además, debería hacernos reflexionar la tenacidad con la que se llevan adelante estos valores y deberíamos preguntarnos por qué, a veces, cuando se trata de defender los valores cristianos, falta esta tenacidad y radicalidad.

Ya sea que entendamos el veganismo como una filosofía de vida, es decir, -una forma personal de interpretar y abordar la vida basada en valores, creencias, experiencias y objetivos que, para los veganos, implicarían sólo una opción alimenticia basada en razones de salud, ecológicas o económicas- ya sea que lo consideremos propiamente una verdadera filosofía es decir, -una actividad de pensamiento que intenta definir las estructuras permanentes de la realidad e indicar normas universales de comportamiento y que determinaría para los veganos un compromiso total hacia el respeto a los animales y la sostenibilidad ambiental, basando el estilo de vida en el principio fundamental de que ningún ser vivo debería sufrir por nuestro bienestar o placer-, en ambos casos, se observa la vida desde un plano diferente al de la espiritualidad.

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Pero entremos en detalles. El veganismo es un movimiento que propone la adopción de un estilo de vida basado en el rechazo a todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales, ya sea por motivos alimenticios o para otros usos. Quienes siguen el veganismo se abstienen de consumir carne, pescado, huevos, leche, miel y todos los productos de origen animal, y también tratan de evitar el uso de ropa, cosméticos, drogas y objetos que contengan o estén en relación con animales. Se basa en principios éticos, ecológicos, sociales y de salud, y tiene como objetivo proteger a todos los seres vivos y al medio ambiente.

El régimen alimenticio de los Mínimos, que consiste en abstenerse de la carne y de sus derivados, prevé ya una diferencia sustancial con la dieta vegana. De hecho, esta última no permite el consumo de pescado, que San Francisco no excluyó de nuestra alimentación, aunque él, salvo en poquísimas excepciones, no lo comía, ni tampoco prohibió a los Mínimos el uso de la miel.

Pero, el punto crucial de la cuestión radica en las razones que impulsaron a San Francisco, y en consecuencia a los Mínimos, a abstenerse de tales alimentos y las razones de los veganos.

Es cierto que San Francisco de Paula también tenía un gran amor por la naturaleza y los animales, y realmente era, como San Francisco de Asís, un hombre enamorado de la creación y capaz de comunicarse con ella a un nivel realmente extraordinario, pero la opción de alimentos que hizo para él y sus hijos va mucho más allá. No se detiene en la búsqueda del bienestar animal, sino que, sin despreciarlo, se centra en buscar la salvación del ser humano considerado en su totalidad, alma y cuerpo. Por lo cual, en caso de necesidad, considera justo sacrificar incluso la vida de un animal.

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Sus devotos conocen perfectamente el milagro del corderillo Martinello que el santo resucitó del horno cuando los obreros, aprovechando su ausencia, lo mataron, se lo comieron y arrojaron sus restos al horno. Esta historia fue publicada en una conocida página web italiana dedicada a personas veganas: www.vegolosi.it y basándose en ella y en nuestra alimentación cuaresmal san Francisco fue etiquetado, nuevamente, como un santo vegano. Por último, pero no menos importante, otra página italiana, www.veganitalia.com, no se limita a llamarlo un santo vegano, sino que agrega un santo anti-especista. El anti-especismo es el pensamiento filosófico, político y cultural que se opone al especismo que sostiene que la especie humana no es superior a otras especies animales y, por lo tanto, no tiene derecho a explotarlas. Pero los devotos de san Francisco, a diferencia de los autores de estas páginas del web, conocen bien la historia del cervatillo que san Francisco salvó inicialmente de los cazadores y que luego decidió entregar, pues se dio cuenta del hambre que aquellos hombres tenían, debido a la pobreza de la época. Estas páginas han omitido el citar este acontecimiento. ¿Y qué decir de aquella vez en que, teniendo un invitado especial en el convento y no teniendo nada que ofrecerle, San Francisco envió a algunas personas al mar a pescar algo para cocinarle al huésped? Aquel día, a pesar de la tormenta, ¡tuvieron milagrosamente una gran pesca! Si san Francisco hubiera sido anti-especista y vegano, le habría ofrecido al huésped una buena ensalada y no pescado fresco pescado aposta para él, (y además de manera milagrosa). Amor, por lo tanto, a la naturaleza, pero sin extremismos.

La figura del Santo Paulano y su carisma cuaresmal están siendo realmente banalizados, reduciéndolos a un plano meramente horizontal, en detrimento de su dimensión vertical, que es la primordial, y esto es un grave mal que se le hace al santo, pero es también un grave daño a la Orden.

El régimen alimenticio cuaresmal de los Mínimos, de hecho, se describe en el capítulo VI de la Regla escrita por San Francisco (transcribimos el capítulo de la de la Regla de las Hermanas, que es idéntica a la de los Frailes, sólo cambia el sujeto): « Cada una de las Hermanas de esta Orden absténganse completamente de los alimentos de carne, y de tal manera hagan frutos dignos de penitencia en la alimentación cuaresmal, que eviten totalmente dichas carnes y todo cuanto en ellas tiene origen y lo que de ellas se derive. Por tanto, a todas y a cada una de éstas, les están absoluta e irrefragablemente prohibidas, las carnes y la grasa, los huevos, la manteca de leche, el queso y cualquier lacticinio, y todos y cada uno de sus compuestos y derivados». De esto se deduce claramente que la motivación por la que los hijos de San Francisco adoptan este tipo de alimentación es dar frutos dignos de penitencia, y el objetivo de esta opción es la conversión. La abstinencia de ciertos alimentos, así como el ayuno y las vigilias, son medios a través de los cuales “crucificar los miembros con los vicios y concupiscencias” (Regla cap. VII) y no tienen nada que ver con la ecología, o la salud, etcétera, razones que preocupan al mundo vegano.

La vida ascética según el estilo cuaresmal, estructurada en el ayuno/abstinencia para abrir espacio a la oración y a las obras de misericordia, es la que san Francisco propuso a quienes deseaban seguirlo. Es un camino de lucha, como la de Jesús en el desierto, una batalla contra el hombre viejo que es esclavo del pecado, para resucitar con Cristo hombres nuevos; el propósito es sobrenatural, por eso relacionar nuestra alimentación con la de los veganos es un grave error.

Es como comparar a los que van en botes de remo para no contaminar el mar con los que lo hacen para entrenarse para una carrera. Se comprende que los que van a navegar para ser ecológicamente correctos no harán el esfuerzo de los que intentan prepararse para ganar una carrera. Es cierto que los veganos no comen ciertos alimentos, pero es igualmente cierto que no renuncian al placer en el comer y esto se evidencia por los numerosas páginas de recetas para veganos que existen en el web, por la proliferación de revistas de cocina para veganos y de alimentos vegan free. En efecto, dado que los veganos renuncian a ciertos alimentos no por espíritu de penitencia, sino en base a otras razones relacionadas con la naturaleza misma del alimento, intentan buscar formas de reemplazarlos: pensemos en los embutidos veganos, los quesos veganos, incluso han conseguido también hacer huevos veganos.

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Los Mínimos y las Mínimas, por el contrario, renunciamos a ciertos alimentos con el deseo de liberarnos de las ataduras del placer. A propósito del ayuno, san Francisco en la Regla escribió que: «el ayuno corporal purifica la mente, sublima los sentidos, somete la carne al espíritu, hace al corazón contrito y humillado, dispersa los pastos de la concupiscencia, extingue los ardores de la libídine y enciende la antorcha de la castidad». En estas palabras, que, sin duda alguna, se pueden referir también a la abstinencia y a los frutos que genera en el alma, se halla resumido el sentido de nuestro régimen cuaresmal: someter la carne al espíritu para que pueda ser liberada de la esclavitud de la sensualidad, que presiona para ser satisfecha y cuando encuentra satisfacción se vuelve aún más fuerte y opresiva para el espíritu. Así que este estilo de vida ascético nos ayuda a alcanzar ese grado de libertad que el espíritu necesita para poder tender a las cosas del Cielo y no permanecer clavado en la tierra por las exigencias del cuerpo.

Si el Mínimo tratara de sortear el “obstáculo” de la abstinencia (ya considerarla como un obstáculo sería el primer gran obstáculo) haciendo uso de productos veganos, entre otras cosas caros, traicionaría tanto el voto de pobreza como el voto de vida cuaresmal, en el aspecto relacionado con la alimentación, porque mantendría claramente las formas, es decir, no se comería alimentos grasos, pero en el fondo se traicionaría el sentido mismo de lo que prometió.

Por último, hay que tener en cuenta el hecho de que no se impusiera la alimentación cuaresmal a los seglares que forman parte de la Orden de los Mínimos. De hecho, pueden elegir el comer también alimentos grasos, la única obligación impuesta es abstenerse de la carne (no de derivados) en los días del año prescritos por la Iglesia (Cuaresma, vigilias, viernes del año) a los que se suman los días previos a la Navidad y todos los miércoles del año. Si San Francisco hubiera sido un precursor del veganismo, habría dispuesto la prohibición de la carne y derivados en la Regla de los Seglares; en cambio, dejó la libertad de decisión a los no religiosos.

Alguien podría objetar que la filosofía vegana nació recientemente y que, si san Francisco la hubiera conocido, habría adherido a ella. Respondemos a esto con el intento de ser un poco exhaustivos. El termino veganismo, de hecho, es reciente, desarrollado en 1944 por Donald Watson, un activista inglés que creó la Vegan Society. Sin embargo, los orígenes del no querer consumar la carne y otros productos animales son mucho más antiguos y se pueden encontrar en diferentes culturas y religiones. Ya en las civilizaciones del Valle del Indo, entre el 3300 y el 1300 a.C, se practicaba una forma de vegetarianismo basada en el respeto a los animales y a la naturaleza. También en el budismo, en el hinduismo y en el jainismo se extendieron principios de no violencia y compasión hacia todos los seres vivos, lo que llevó a muchos creyentes a seguir una alimentación vegetariana o vegana. En el mundo occidental, sin embargo, se pueden encontrar rastros de vegetarianismo y veganismo en algunos filósofos griegos como Pitágoras, Platón y Jenófanes, quienes criticaron el sacrificio y consumo de animales por razones éticas, morales y espirituales. Por lo tanto, San Francisco podría haber emprendido este camino, como muchos otros lo hicieron, Leonardo da Vinci, Voltaire, Gandhi, etc, pero la abstinencia cuaresmal que el Ermitaño de Paula vivió en plenitud, tiene otras motivaciones y finalidades, como hemos ya expuesto.

Lo repetimos: demos a los veganos lo que es de los veganos, y a san Francisco lo que es de san Francisco, y en definitiva, de nuestra familia Mínima; nos interesa mucho, en ello creemos y seguiremos proponiéndolo a la Iglesia y al mundo, porque estamos firmemente convencidas de que nuestro carisma, con su peculiar referencia a la Cuaresma, es lo que hoy se necesita tanto para poder ser hombres y mujeres capaces de resucitar con Cristo a una vida nueva, como redimidos: ¡ya no esclavos, sino libres!

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