La joven profesa, sor Filomena de Santa Coloma, es ya a pleno título, parte integrante de la Comunidad de Monjas Mínimas de Valls.
Tuvo varios oficios, comenzando por el de ayudante de la ropería, primera maestra cantora y despensera. A una hermana ayudante de ella, sor Felicidad del Espíritu Santo, solía decirle que: “Preparar para las esposas del Señor era preparar para el mismo Señor”.
No se limitaba al cumplimiento de sus deberes, sino que, se hacía siempre presente cuando se requería su ayuda. Cuando, por ejempo, la cocinera se sentía un poco indispuesta, se daba cuenta de ello inmediatamente y se levantaba temprano por la mañana para tratar de adelantarle el trabajo. Al llegar a la cocina y encontrar todo en orden, la cocinera ya sabía quién había sido y se preguntaba cómo se las arreglaba para intuir los días en que realmente necesitaba ayuda.
O también, cuando llovía por la noche, la joven acudía a la Madre Correctora para pedirle las llaves de la parte alta del monasterio para mirar si en alguna parte de la antigua estructura había goteras; así, al cumplir con esta tarea, le ahorraba a otra hermana la molestia de levantarse por la noche.
Todos estos cuidados, sin embargo, los disimulaba muy bien: para no hacerse ver, lo hacía todo con gran discreción. Pronto, sin embargo, la mirada atenta de las hermanas comprendió y estimó la gran caridad con la que se daba toda a todas.