Protégelo, confórtalo, guíalo.
Oh Dios, fuente de paternidad y autoridad, el apóstol Pedro, que llamaste a representaros y a guiar a vuestra Iglesia, continúa hoy guiando a tu pueblo y presidiéndolo desde la Sede Romana.
Te pedimos por tu Siervo Francisco, a quien has llamado para a guiar tu Iglesia: Sé siempre con él, Oh Señor, para que la vida de los pueblos sea iluminada a la luz de esta Lámpara que has puesto en el candelabro; sé con él con tu ayuda providente y benigna, con la comunicación de tu Espíritu divino, que lo acompañe en los caminos de la justicia y la prudencia y lo corrobore en la ejecución de sus deberes sobrehumanos.
Cuando el ataque de la perfidia lo asalta, sostenlo; cuando el dolor lo angustia, consuélalo; cuando los contrastes y acontecimientos humanos llegan a él, asegúrale la posesión perfecta de esa firmeza cristiana y esa libertad de ministerio que domina la voluntad y conquista los corazones. Y haz que todos reconozcan en él al Padre universal, al Pastor Supremo, al Maestro infalible, al dulce Cristo en la tierra.
Y a nosotros, ovejas de su rebaño, concédenos escuchar su voz, con docilidad de corazón, como escuchamos la tuya, para que un día llegue a la vida eterna y disfrute de la felicidad eterna en compañía de cuantos le han sido confiados.
Amén.