Impetración de gracia y de misericordia para el mundo
ORACIÓN INICIAL
Oh Corazón sacratísimo de Jesús, que deseas ardientemente llevar a todos los hombres al amor del Padre, enciende también en nosotros la llama del apostolado. Que nuestra vida sea un testimonio del Evangelio, con el ardor de la palabra y la eficacia del ejemplo. Que tu gracia nos ayude a atraer almas al Reino de tu amor, donde la humanidad, unificada en tu nombre, formará una sola familia en el abrazo eterno del Padre. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
INVOCACIONES
- Oh Corazón de Jesús, coronado por la Santa Cruz ¡Oh Corazón de Jesús, coronado por la Santa Cruz! Me pesa de los pecados que he cometido contra ti con mi soberbia y desobediencia a tu Santa Ley. Por ellos te pido humildemente perdón.
Padrenuestro, Gloria.
- ¡Oh Corazón de Jesús, ceñido de corona de punzantes espinas! Me pesa de los pecados que contra ti he cometido con mis sensualidades y poca mortificación. Por ellos…
- ¡Oh Corazón de Jesús, rasgado por el hierro de la lanza! Me pesa de los pecados que he cometido contra ti con mi apego y afición a los bienes de la tierra. Por ellos…
ACTO DE CONSAGRACIÓN
Jesús, dulcísimo Redentor del género humano, míranos postrados humildemente delante de tu altar; tuyos somos y tuyos queremos ser, y a fin de estar más firmemente unidos a ti, he aquí que, hoy día, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.
Muchos, Señor, nunca te conocieron; muchos te desecharon al quebrantar tus mandamientos; compadécete, Jesús, de los unos y de los otros, y atráelos a todos a tu Santo Corazón. Sé Rey, ¡Señor!, no sólo de los fieles que jamás se separaron de ti, sino también de los hijos pródigos que te abandonaron; haz que vuelvan pronto a la casa paterna.
Sé Rey de aquéllos a quienes engañaron opiniones erróneas y desunió la discordia; tráelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que luego no quede más que un solo rebaño y un solo pastor.
Sé Rey de los que aún siguen envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo. A todos dígnate atraerlos a la luz de tu Reino.
Mira, finalmente, con ojos de misericordia, a los hijos de aquel pueblo, que en otro tiempo fue tu predilecto; que también descienda sobre ellos, como bautismo de redención y vida, la sangre que reclamó un día contra sí.
Concede, Señor, a tu Iglesia incolumidad y libertad segura, otorga a todos los pueblos la tranquilidad del orden; haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola aclamación: “ALABADO SEA EL DIVINO CORAZÓN, POR QUIEN HEMOS ALCANZADO LA SALVACIÓN…; A ÉL GLORIA Y HONOR, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS”. Amén.