Acuérdate, oh gloriosísimo Esposo de María Virgen
oh mi dulcísimo protector, San José,
que nunca se ha oído decir que ninguno que haya invocado tu protección
o pedido tu ayuda
no haya sido consolado.
Con esta confianza acudo a ti
y fervorosamente a ti me encomiendo.
¡Ea, pues! no deseches mis oraciones,
oh Padre putativo del Redentor,
antes bien recíbelas con piedad y obtén mi petición.