Era benigno y servicial con todos, tanto con los seglares como con sus mismos religiosos. Los ejemplos de generosidad, de disponibilidad y de servicio, que nos ofrecen los Procesos, están tomados todos de la vida ordinaria, expresión de aquel mundo sencillo, en el que Francisco había sido educado y vivía, y que constituye la base de su humildad y de su penitencia: por la tarde cerraba las puertas del convento, servía a los frailes en la mesa, se preocupaba del orden en la iglesia y en los altares, lavaba los hábitos de los religiosos y de los novicios. Pero, más allá de estos ejemplos, es toda su actividad laboral la que debe colocarse en el contexto de su generosa voluntad de servicio. Su disponibilidad es total e inmediata […] del testimonio del Anónimo resulta que él ha sido un grande trabajador… Se ingeniaba para trabajar, orar y contemplar mucho. No es tanto y tan sólo la cantidad de trabajo que el biógrafo anónimo registra,
sino que es la solicitud que impulsa a Francisco a ser útil, cómo puede y donde puede, a su comunidad y a cuantos tienen necesidad de su ayuda. También cuando interviene en el trabajo con algún milagro, la intención es siempre servir a los demás y ayudarles. Si en el trabajo él rinde por más de seis personas, esto expresa, sí, su prestancia física, pero es típico además de uno que busca el trabajo por el gozo de servir. Y el trabajo que hace no es fin en sí mismo, porque es el trabajo de un contemplativo que también ora mucho, o sea que tiene como base, como veremos, la relación con Dios.
G. FIORINI MOROSINI, Il Carisma Penitenziale di S. Francesco di Paola e dell’Ordine dei Minimi, pp. 126-127