El matrimonio Ferrer había considerado oportuno, para la educación de sus hijos, dividirse las tareas: Félix se ocupaba de los niños y Josefa de las niñas. Por otra parte, el matrimonio tuvo 10 hijos, aunque sobrevivieron solamente cinco.
Félix era un hombre bueno, pero muy exigentee con sus hijos y no consentía ningún tipo de impertinencias.
A este respecto sabemos que una vez el exuberante Félix, junior, perdió el control haciendo enfadar a su padre, que lo castigó encerrándolo en una habitación y atándolo al pie de la cama. El niño se puso a llorar desesperadamente pidiendo poder salir de allí.
Filomena oyó que su hermanito sollozaba y se le encogió el corazón en el pecho, pero no podía intervenir para socorrerlo; a veces los niños exageran y Filomena también lo sabía…
Pero, solidaria con su hermanito, optó por estar cerca de él del único modo que le era posible y que era seguramente el más eficaz: se fue a su habitación y estuvo toda la noche en oración; decía para sí: «tu hermano está encerrado y llorando ¿y tú te vas a ir a descansar?».
Y efectivamente el infeliz Félix “inexplicablemente” … se tranquilizó.