Francisco en su vida ha demostrado ser un verdadero líder, desempeñando con prudencia, sabiduría y firmeza el papel de cabeza y animador de una comunidad primero y de un movimiento después, lanzado lentamente hacia dimensiones internacionales. Ciertamente la búsqueda constante de la soledad ha sido para él factor de interioridad, que lo ha llevado a ser sabio y prudente, capaz, por consiguiente, de gobernar con equilibrio y fortaleza. El es protagonista de nacimiento y del desarrollo de la Orden. La colaboración que le dieron religiosos seguidores suyos, más doctos y expertos, no ofuscó nunca su papel de guía; por eso, el impulso para obrar venía siempre de él; así como suya era la última decisión en las distintas cuestiones…
Los testimonios concuerdan sobre el equilibrio que él ha sabido crear entre mansedumbre y severidad. El Anónimo escribe: Con sus hermanos religiosos era terriblemente exigente reprendiéndoles como con cara de león. En cambio, con los humildes y contritos era afable y benigno. Asimismo, se mostraba duro para conservar el temor a los que no habían faltado al deber… no solía castigar demasiado severamente. Amonestaba con palabras dulces y buenas razones a los culpables. El mismo cuadro resulta de los testimonios de los religiosos que declaran en el Proceso de Tours: Cuando los frailes le referían algo desagradable de los otros conventos… él soportaba todo esto con rostro preocupado; no obstante, proveía a todo, pero con caridad para resolver os distintos problemas; en las amonestaciones alguna vez era severo, sin embargo, con los frailes inobservantes se comportaba con mucha mansedumbre. No renuncia a su autoridad y manda cuando lo cree oportuno.
Mansedumbre y severidad manifiesta también en el trato con las personas que se le acercan por los motivos más variados: a los que sufren se dirige con admiración y compasión (admiratione et compassione), acompañando a menudo las palabras con gestos afectuosos, poniendo por ejemplo las manos sobre los hombros como señal de compartición, de ánimo y de esperanza; hacia cuantos quiere corregir y recuperar para el bien se muestra con rostro algo indignado (cum vulto alquanto sdegnuso). Esta actitud denota en Francisco un temperamento tendencialmente inclinado a la cólera, pero que él ha sabido dominar bien. Cuando es necesario, no deja de reprender, como hace, por ejemplo, con la gente que no se acercaba enseguida a visitarlo en los momentos de necesidad. Muestra siempre con todos una gran prudencia, virtud propia de quien manda.
G. FIORINI MOROSINI, Il Carisma Penitenziale di S. Francesco di Paola e dell’Ordine dei Minimi, pp. 129-131.