NOTAS BIOGRÁFICAS
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Edith nació en el seno de una familia judía, era la última de once hijos. Cuando contaba solo dos años se quedó huérfana de padre y su madre, Augusta Courant, mujer enérgica y fuerte, cogió enseguida las riendas de la familia, dedicándose al cuidado de los hijos y a la dirección de la empresa del marido, Siegfried Stein.
Podríamos definir a Edith, sin temor a exagerar, una niña prodigio. Muy inteligente, con una capacidad intelectual fuera de lo normal. En 1911 se inscribió en la facultad de Estudios Alemanes, de historia y psicología en la Universidad de Breslavia. En aquel período Edith se definía incrédula: si una cosa no se puede comprobar, entonces no se puede aceptar, aunque se trate de la fe de sus padres. En 1913 se traslada a la Universidad de Gottinga para seguir los cursos del famoso filósofo Edmund Husserl, el principal exponente de la fenomenología, de quien logra hacerse notar, gracias al nivel de su inteligencia. En 1916, aprovechando que el profesor necesitaba un asistente, cuando le faltaban dos meses para graduarse se ofreció para este papel. Ella misma, recordando aquel día, dijo que no sabía cuál de los dos era más feliz. En efecto, el profesor Russel la había definido una jovencita de grandes cualidades y verdaderamente lo era y con mucho gusto aceptó tenerla a su lado en su trabajo de investigación. Era lo que Edith deseaba, poder iniciar nuevas vías de profundización y de estudio. Siguiéndolo como asistente se trasladó a Friburgo, donde el 3 de agosto defendió su tesis: “El problema de la empatía” y obtuvo el título de Doctor en Filosofía con la nota máxima.
El método fenomenológico se reveló de gran ayuda para acercarse a la fe, pero lo que constituyó el primer toque de la gracia divina fue el testimonio de una compañera de trabajo y amiga, Anne Reinach. En 1917 su marido, Adolf, cayó en la guerra. La viuda Reinach le pidió a Edith, que la ayudara a organizar los escritos del marido, pues admiraba sus capacidades intelectuales. Edith aceptó y mientras se encaminaba hacia la casa de la amiga buscaba las palabras justas para consolarla. Esperaba, en efecto, encontrarla desesperada, angustiada, hecha polvo. Se quedó maravillada de encontrarla serena, en paz. Se sintió sobrecogida pues se dio cuenta inmediatamente de que aquella serenidad no provenía de la mera fuerza humana. La amiga le confió su conversión y la de su marido, su adhesión a Cristo. Habían recibido el Bautismo durante el verano de 1916 en la Iglesia Protestante aunque deseaban formar parte de la Iglesia Católica, pero la inminente partida del joven marido les había impulsado a darse prisa entrando al menos en la Iglesia protestante, porque en aquel momento lo que contaba era entrare en comunión con Cristo!
El relato de la viuda Reinach representó el encuentro de Edith con Cristo en el Misterio de la Cruz. A partir de ese momento su camino fue un continuo madurar en la fe en Jesús. En 1922, a la edad de 31 años, se convirtió al catolicismo. Los años siguientes fueron de búsqueda y encontraron el último impulso en la autobiografía de Teresa de Jesús. Después de leer el libro, Edith se dijo a sí misma: “Esta es la verdad”. El significado de su conversión está en haber descubierto en la Cruz el camino de la Resurrección y en la paradoja evangélica de que quien da vida la encontrará. La conversión al cristianismo llevó a Edith a un redescubrimiento de sus raíces judías y pertenencia al pueblo de Israel y poco a poco se convenció de que Dios la llamaba también a ofrecer los sufrimientos y la vida misma por su pueblo, una convicción que creció con la intensificación de la persecución contra los judíos.
A la edad de 42 años la opción radical: entrar en el Carmelo de Colonia. Su vida cambió por completo. El 15 de abril de 1934 tomó el hábito religioso con el nombre de sor Teresa Benedicta de la Cruz. El Padre Provincial de los Carmelitas Descalzos de Alemania, fray Theodore Rauch decidió que la hermana Teresa Benedicta pudiera dedicarse al trabajo científico siempre que sus deberes de carmelita se lo permitan. Esto le permitió terminar su texto Ser finito y ser eterno y de escribir lo que probablemente será su obra más famosa: La ciencia de la cruz. El 13 de diciembre de 1938, sor Teresa se trasladó al Carmelo Holandés de Etcht, donde el 2 de agosto de 1942 fue capturada por los nazis, llevada a Auschwitz y asesinada en una cámara de gas con su hermana Rosa, el 9 de agosto de 1942. Pero aceptó la muerte no como algo que tenía que sufrir junto a tantos otros judíos, sino como un holocausto de amor. De hecho, ya años antes había pedido a la Madre Superiora que pudiera ofrecer al Corazón de Jesús su vida por su pueblo.
Teresa Benedicta de la Cruz fue beatificada el 1 de mayo de 1987 por Juan Pablo II y declarada santa por el mismo Papa en 1998 y un año después, el 1 de octubre, fue proclamada patrona de Europa, con Santa Brígida, San Benito y los santos Cirilo y Metodio.